Decir Luis Alberto Vargas es remontarme a aquellos años en que lo conocí en la Antigua Escuela de Medicina, cuando yo estaba terminando la carrera de Historia en la ENAH, en 1992. Casi de inmediato me preguntó si conocía a López Austin y me dijo que era uno de sus compañeros en el Instituto de Investigaciones Antropológicas, incluso uno de esos días me invitó al IIA y me presentó a varios de sus compañeros, entre ellos a Don Antonio Pompa y Pompa y a Lorenzo Ochoa. A fines de ese año, hice mi primer viaje a Europa, y por supuesto, me prestó guías turísticas y me dio toda clase de tips de hoteles, restaurantes, museos y demás lugares para visitar. A mi regreso, tuvo la gentileza de preguntarme por mis impresiones del viaje y dedicarme todo el tiempo que requerí para contarle, muy emocionada, de los lugares que había conocido.
Decir Luis Alberto Vargas es recordar cuando venía al Fondo Caso y me contaba diversas y apasionantes anécdotas o bien, para hablar sobre sus colaboraciones en el Boletín, a lo que invariablemente accedía a pesar de estar siempre tan ocupado, “me ocupo no me preocupo” me decía.
Decir Luis Alberto Vargas es recordarlo no sólo compartiendo su sabiduría y experiencia académica, sino también asuntos personales y cotidianos, alegres y tristes. Indudablemente una persona muy importante en mi vida y seguramente, en la vida de quienes tuvimos la oportunidad de conocerlo.
Buen viaje doctor, seguirá presente en mi corazón y mis recuerdos.